Y llegó el momento de la verdad. El Apolo 10, la misión previa, había sido un éxito total. Ya no había vuelta atrás. La humanidad, encarnada en tres hombres, intentaría pisar la Luna por primera vez. Si no lo conseguían por cualquier motivo, pero, sobre todo, si lo lograban, sus nombres quedarían grabados para siempre en el listado de protagonistas de los hitos conseguidos por el Homo sapiens: Neil Armstrong, Edwin Buzz Aldrin y Michael Collins.
El Apolo 11 comenzó el 16 de julio de 1969 con el lanzamiento del Saturno V a las 9:32 am, hora local de Florida. Cuatro días después, durante la noche del 20 de julio, el módulo lunar tocó la superficie de nuestro satélite. Enseguida los dos astronautas, Armstrong y Aldrin, salieron a la superficie metidos, eso sí, dentro de sus trajes espaciales. Permanecieron allí fuera dos horas y media, regresando a la Tierra el día 24 de julio (para conocer un poco mejor sobre los pormenores de la misión, os enlazo el artículo que publiqué en el suplemento “Fuera de Serie” de los diarios Expansión y El Mundo el fin de semana del 6 y 7 de julio de 2019).
El indicativo de llamada elegido para el módulo de mando fue “Columbia” y para el módulo lunar “Águila” (Eagle en inglés). Michael Collins afirmó en su momento que le gustaba el nombre de Columbia por su relación con el nombre de Colón, el descubridor de América. Otros, sin embargo, quisieron relacionarlo con el “Columbiad”, el cañón imaginado por Julio Verne para lanzar a unos astronautas hacia la Luna en su novela “De la Tierra a la Luna”. El nombre del Águila vino por el emblema de la misión. Ahí se quiso representar al ave nacional de los Estados Unidos. El Columbia, la única parte de la nave que regresó a la Tierra, se puede admirar desde entonces en el grandioso Museo Nacional del Aire y el Espacio de Estados Unidos situado en la ciudad de Washington D.C.
Actualmente, solo Buzz Aldrin y Michael Collins siguen vivos. Desgraciadamente el primer hombre que puso el pie en la Luna falleció hace ya casi siete años.
La red de seguimiento de naves espaciales tripuladas (MSFN en sus siglas en inglés), apoyada por la red del espacio profundo (DSN, también en sus siglas en inglés), se preparó a su máxima capacidad. El lanzamiento y las operaciones en órbita terrestre eran soportadas por las estaciones con las antenas de 30 pies (9 metros) de diámetro. En España, la estación de NASA en Maspalomas (Gran Canaria) era la encargada de confirmar que el lanzamiento del Saturno V había transcurrido bien. Cuando la nave Apolo se encontraba, aproximadamente, a una altitud de 16.000 kilómetros, las tres antenas principales de 26 metros de diámetro, separadas 120 º unas de otras, tomarían el control del seguimiento. La antena “prime” en Fresnedillas de la Oliva (Madrid) era la encargada de realizar esta función desde suelo español. Pero no estaría sola, a pocos kilómetros de Fresnedillas se encontraba la estación de NASA para el espacio profundo, en Robledo de Chavela, cuya antena actuaba de reserva de la “prime” en caso de emergencia, pero también, seguiría al módulo de mando y de servicio, con Collins dentro, cuando se separase del módulo lunar Eagle en la Luna y hasta el regreso de éste desde la superficie de nuestro satélite. Según el informe de NASA “Network Controller’s Mission Report for Apolo 11”, se puede comprobar que Fresnedillas (MAD) estuvo soportando la misión durante 87 horas y 2 minutos, Robledo (MADX) 85 horas y 56 minutos y Maspalomas (CYI) 76 horas y 75 minutos. Además, Fresnedillas estuvo controlando el descenso a la superficie lunar, recibiéndose allí, por primer vez en la Tierra, la famosa frase de Neil Armstrong: «El Águila ha aterrizado» (The Eagle has landed, en inglés).
Todos los datos, la voz y las imágenes de televisión que se enviaban desde la nave y los astronautas y que se recogían en las estaciones de la red MSFN, se reenviaban al centro de control de misión de Houston (EE. UU.) mediante la red NASCOM (NASA Communications). Para las estaciones españolas de Canarias y Madrid, era Telefónica (CTNE en aquel entonces) la encargada de suministrar ese enlace. El enlace principal se realizaba a través de dos estaciones de comunicaciones vía satélite situadas en Maspalomas (para dar soporte a la estación de NASA allí) y Buitrago del Lozoya (para dar soporte a las estaciones de NASA en la sierra de Madrid). Ambas estaciones se conectaban con Andover, en Estados Unidos, a través de un satélite INTELSAT situado sobre el Océano Atlántico. Además, las dos estaciones de Telefónica estaban, a su vez, interconectadas (gracias a un cable submarino entre las Islas Canarias y la Península) con el fin de reconducir los tráficos en caso de ocurrir alguna incidencia.
Pero ¿qué pasaba si las estaciones funcionaban bien pero el satélite de comunicaciones sobre el Atlántico era el que fallaba? Pues eso es lo que ocurrió el 29 de junio, diecisiete días antes del lanzamiento del Apolo 11. El satélite INTELSAT III-F2 falló y quedó inutilizado. Había que buscar, por tanto, otras rutas secundarias para redireccionar todo el tráfico de datos, voz y televisión que se recibiría en Fresnedillas. Las reglas de la misión eran claras (Sección 4 – Ground Instrumentation Requirements): si no se conseguían asegurar las comunicaciones de la red, el lanzamiento se tenía que suspender y la oportunidad de ir a la Luna, antes de que acabara la década de los años 60 como había profetizado el presidente Kennedy, se perdería probablemente. En aquella época se necesitaba una señal digital multiplexada de 48 kilobits para poder trasmitir a la vez los distintos canales de voz y datos. Se propuso como solución utilizar de nuevo el primer satélite comercial de comunicaciones del Mundo (llamado Early Bird o Pájaro del Alba ó INTELSAT I), lanzado en 1965. El problema era que no se confiaba en que la estación de Telefónica de Buitrago fuera capaz de comunicarse con él dado que las baterías del satélite estaban ya muy debilitadas y solo era capaz de emitir una débil señal. De hecho, eso fue lo que ocurrió: el enlace entre Buitrago y el corresponsal al otro lado del Atlántico, a través del Early Bird, tenía mucho ruido y por tanto poca calidad. La otra solución posible era negociar, a toda prisa, enlaces con otras compañías telefónicas para buscar una ruta alternativa a través de otros circuitos. Se movilizó a personal de Telefónica y de ITT puesto que este tipo de trámites y conexiones requerían de su tiempo. Cuando quedaban 2 horas y 7 minutos para el lanzamiento del Apolo 11 en Cabo Cañaveral, Guenter Wendt, el jefe de la plataforma de lanzamiento, daba la orden para cerrar la escotilla del Columbia con los tres astronautas ya preparados en su interior. Dos minutos después, cuando quedaban 2 horas y 5 minutos, se consiguió juntar todos los circuitos secundarios (y una docena de cables submarinos bajo el Atlántico) que garantizaban los 48 kilobits de señal. El jefe de la red trasmitió el GO inmediatamente a Control de Misión. La histórica misión podía continuar, muy pocos, sin embargo, conocían lo que había estado pasando en esos días previos.
Dando un repaso a las hemerotecas de algunos periódicos de entonces, vemos que diez días antes del lanzamiento ya se empezaban a redactar informaciones, comentarios y noticias. La agencia EFE, la agencia Cifra, Europa Press, Pyresa, con sus enviados especiales a Houston, Cabo Cañaveral, Washington, Nueva York, Fresnedillas, Maspalomas, no paraban de enviar sus crónicas. En los días previos al alunizaje, muchos de los medios trasmitían la preocupación sobre la coincidencia del Apolo 11 con la sonda soviética Luna 15 y las posibles interferencias que pudieran dar al traste con la histórica misión norteamericana. El lunes 21 de julio no hubo periódicos en España, por lo que se tuvo que esperar al martes 22 para leer todas las noticias relacionadas con el alunizaje. La apoteosis de aquellos días se trasladó a los medios escritos. Podemos ver, incluso, artículos profetizando ya la llegada del hombre a Marte en los siguientes años sin olvidar tampoco cómo se resaltó la participación española a través de las estaciones de NASA y de la red de Telefónica. Dos curiosidades más reflejadas en los periódicos: la cantidad de municipios que pusieron los nombres de los tres astronautas a alguna de sus calles y los anuncios de multitud de empresas aprovechando el tirón lunar.
Pero volviendo a la misión: el Apolo 11 había hecho historia. El reto lanzado por John F. Kennedy, ocho años antes, se había cumplido: los norteamericanos eran justos ganadores de la carrera espacial. Pero lo más importante: se acababa de demostrar que nuestra civilización podía realizar viajes interplanetarios. Además, aquellos días del verano de 1969, toda la humanidad pareció ser un único género humano con un espíritu común.
La aventura no acabó ahí. De hecho, quizás, empezaba de verdad. Otros tres hombres; Charles Conrad, Alan Bean y Richard Gordon se preparaban ya con el Apolo 12 para repetir la gesta de Armstrong, Aldrin y Collins en el mes de noviembre.
Godspeed, Apollo 11!
2 comentarios
Zurupeto
Amigo Enrique. Brillante artículo donde se resume con precisión el mayor hito histórico de la Humanidad y la aportación española al mismo.
MrGorsky
Gracias Luis, viniendo de ti es todo un honor. Afortunadamente estos días podemos disfrutar de grandes relatos sobre cómo fue la misión, yo, sin embargo, he querido humildemente poner el foco en vuestra participación. Mi reconocimiento y admiración a todos los que hicisteis posible aquella gran aventura.